Autor: Presidente ejecutivo y CEO de IBM
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En la jungla económica de principios del siglo XXI, una de las especies en peligro de extinción es la gran bestia de largos colmillos conocida como la “corporación multinacional”. Acorralada por la competencia y por cambios súbitos en su hábitat mundial, se ve forzada a evolucionar rápidamente hacia una forma de vida diferente.
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En la jungla económica de principios del siglo XXI, una de las especies en peligro de extinción es la gran bestia de largos colmillos conocida como la “corporación multinacional”. Acorralada por la competencia y por cambios súbitos en su hábitat mundial, se ve forzada a evolucionar rápidamente hacia una forma de vida diferente.
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En IBM la llamamos la “empresa globalmente integrada”. A diferencia de la multinacional, que creó miniversiones de sí misma en mercados de todo el mundo, este nuevo tipo de organización ubica el trabajo, las habilidades y las operaciones donde tienen más sentido, sobre la base de la disponibilidad de recursos especializados, una ecuación económica superior y la presencia de ambientes y tecnologías abiertos.
En IBM la llamamos la “empresa globalmente integrada”. A diferencia de la multinacional, que creó miniversiones de sí misma en mercados de todo el mundo, este nuevo tipo de organización ubica el trabajo, las habilidades y las operaciones donde tienen más sentido, sobre la base de la disponibilidad de recursos especializados, una ecuación económica superior y la presencia de ambientes y tecnologías abiertos.
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Mi compañía, como cientos de otras alrededor del mundo, se encuentra en medio de esta transformación. En nuestra reciente encuesta mundial, realizada a más de 1.000 altos ejecutivos, 86% dijo tener planes de introducir cambios fundamentales en su mix de capital y conocimiento, con miras a convertirse en una entidad más globalmente integrada.
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Pero, como nos enseña la biología, la selección natural se aplica a todas las criaturas, no sólo a las grandes y poderosas.
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Las organizaciones de menor tamaño también están transitando cambios y descubren, con beneplácito, que “pequeño” no necesariamente significa “local”.
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Esto es muy novedoso. En el pasado, si uno tenía una pequeña empresa, tenía una empresa local. Atendía un mercado local con proveedores locales y recurría a la fuerza de trabajo local. Tenía una tienda local y fuertes relaciones locales.
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Por supuesto, este modelo “local a local” siempre nos seguirá acompañando, pero ahora está siendo complementado por algo novedoso. Muchas pequeñas empresas han advertido que los compradores potenciales de sus productos y servicios no son sólo sus vecinos. Ahora también pueden llegar a la “clase media global de rápido crecimiento” que, según el Banco Mundial, incluirá 1.200 millones de personas en países en desarrollo hacia 2030. El 15% de la población mundial, en comparación con los 440 millones actuales.
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Estos nuevos consumidores tendrán un poder adquisitivo anual de entre U$S 4.000 y U$S 17.000 per cápita y gozarán de acceso a viajes, automóviles, otros productos y niveles internacionales de educación. Y no se preocuparán por dónde fueron creados esos productos y servicios.
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Los emprendedores, así como los jefes de las corporaciones, han tomado nota. Gracias a la infraestructura interconectada global que se construyó sobre la base de los estándares abiertos en los 90, esta nueva especie –la pequeña empresa global– puede aprovechar las cadenas de suministro mundiales y los pools de talento de todo el planeta, con habilidades disponibles en todo momento y lugar. También puede adoptar nuevas formas de gestión: conectados, en tiempo real y con un alto grado de colaboración. Forman alianzas e incluso se suman a otras organizaciones rápidamente.
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No bastan las palabras para describir la importancia que esto reviste para la economía y la sociedad. Las empresas y los emprendedores pequeños son los motores de la creación de empleo para las comunidades locales y las regiones. Los puestos de trabajo –cómo se crean y cómo se pierden– son, con fundadas razones, la cuestión candente más importante en el creciente debate de la integración global.
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Es un axioma en las sociedades democráticas que “toda política es local”. Bien, eso también se aplica a los puestos de trabajo. El actor más importante en la pieza de la integración global en realidad puede ser el más pequeño y el que esté más cerca de casa: el nuevo emprendedor global.
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Tal vez no sorprenda que haya pocos mecanismos para respaldar a este nuevo y prometedor actor. Un enfoque interesante para reducir esa brecha podría ser un intercambio en línea, diseñado para el nuevo emprendedor global y para las muchas autoridades gubernamentales y de planificación regionales dedicadas a ayudarlo y a crear los puestos del futuro.
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Cuando todo está conectado, el trabajo fluye. En la era a la cual estamos ingresando, la clave es tratar que ese trabajo llegue a uno. Eso dependerá no sólo de cuán grande sea la empresa o dónde esté ubicada, sino de cómo se diferencie a través de la innovación, dentro de un campo mucho más grande y abierto. Hoy, los mismos criterios –y oportunidades– se aplican a grandes y pequeños por igual.
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Estamos rodeados por un sinfín de nuevas posibilidades..., pero traen consigo una complejidad sin precedentes a la vida social y económica. Sin embargo, a pesar de todos sus desafíos, cientos de millones de emprendedores, profesionales y “nuevos ciudadanos globales” parecen ansiosos por emprender esta travesía. ¿Lo haremos?
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